El 7 de abril de 2013 se estrenó por primera vez la adaptación al anime de la obra de Hajime Isayama, Shingeki no Kyojin (Attack on Titan). Lo que inició como una aventura militar contra criaturas gigantescas y agresivas, poco a poco se transformó en una historia de revelaciones impactantes, los cuales cuestionaban a nuestros protagonistas sobre su propia realidad y lugar en el mundo.
El mundo de SNK es una obra maestra sobre cómo edificar un lore intrigante y muy rico. La forma en la que es contada, con el foco puesto sobre los que menos saben al respecto, nos hace sentirnos como ellos; hay murallas gigantes, monstruos del otro lado, nos atacan y no sabemos por qué. Solo podemos responder con igual violencia. El anime poco a poco nos deja saber la verdadera naturaleza de las cosas, como esa alegoría al mito de las cavernas, viendo la luz poco a poco y entendiendo lo grande y perverso que es en realidad el mundo de afuera.
Todo esto visto a través de los ojos de Eren, un protagonista muy humano y tan emocional como cualquiera de nosostros. Un chico normal, de granja, humilde y trabajador incansable. Al inicio de la serie jura venganza tras la tragedia ocurrida, pero mientras más avanza su historia, vemos como para muchos, Eren se transforma en un anti-heroe, e incluso el verdadero villano de la historia.
Desde el inicio de la serie Isayama nos plantea dilemas morales; ¿Podemos de verdad justificar un genocidio?, ¿Existe tal cosa como el destino o libre albedrío?, ¿Cuantas generaciones puede durar el odio?. Ademas de ello, se plantean temas muy recurrentes en el mundo real, quizas como una crítica social, o simplemente al creador del manga le pareció pertinente. Entre ellos tenemos la guerra, el racismo, las clases sociales, la traición, política bélica, el ostracismo, la fragilidad de la vida humana o el derecho a proteger nuestra propia existencia.