Weinstein recientemente se había hecho con los derechos de la obra de Tolkien, el señor de los anillos. La cual no se había tocado desde aquella serie de pelis animadas de los 80s. El hombre iba a por todo, era el Barça de Guardiola del cine; había presupuesto, actores, los mejores artistas 3D, maqueteros, maquilladores y diseñadores a la carta, locaciones para grabar, permisos de estadía, músicos, todo. ¿Por qué darle la silla de director a un hombre que apenas era conocido en este continente... tal vez ni eso en el suyo? Solo Weinstein lo sabía, y fue su insistencia al resto de socios lo que le permitió hacerse con tan importante cargo.
El hombre no decepcionó. Weinstein al principio quería hacer una sola película, pero viendo lo extensa que era el universo de Tolkien, una trilogía sería lo indicado. Así se pusieron manos a la obra en una periple que duró 2 años de grabación y 5 años de producción.