"Quitó una capa a algo que solía disfrutar, que era ponerme guapa, ir a una alfombra y sacarme fotos, y me hizo sentirme acomplejada", argumenta. "Creo que el trastorno dismórfico corporal, que todos sufrimos en este mundo, se ha extrapolado por los problemas con las redes sociales", apostilla, afirmando que incluso se convirtió en una especie de reclusa en su propia casa, saliendo únicamente cuando no había fotógrafos o lo necesitaba. "Fue genial porque me alejé de los fotógrafos, pude ser yo misma y viví muchas experiencias que la gente no fotografió. Pero, a la vez, incrementó mi ansiedad cuando me sacaban una foto. Mi ritmo cardíaco crecía e hiperventilaba",