Better Call Saul cumplió 10 años el pasado 7 de febrero. Si, ya hace una década que se estrenó uno de los mejores spinoffs de la historia, tomando como base a su vez, el que para muchos es el mejor show en la historia de la televisión, Breaking Bad. Sin embargo, estos tintes subjetivos no son del todo necesarios cuando se analiza la obra de Vince Gilligan con detenimiento. 

A pesar de que en su debut fue criticada por su lentitud, para la historia era necesario cocinar todo a fuego lento para prepararnos para el resto: Un show lleno de personajes entrañables, complejos y dos historias extrañamente ajenas una de la otra: Por un lado, el mundo del litigio y las oficinas y por el otro, el mundo del crimen, violencia y traiciones. Todos conectados por un hombre: James McGill.

Por momentos parecía que el espectador veía dos shows compeltamente distintos, pero sin embargo, lograba ser cautivante por ambos lados. Y todo esto era debido a que el creador de la serie sabía como hacer personajes profundos e interesantes. Por ejemplo, todo sabíamos que Nacho era un criminal de cuidado, pero empatizabamos con él a pesar de su rudesa y poco tacto; fue presentado como una víctima y al final terminó siendo uno de los favoritos. 

Y en ese sentido, da la sensación de que cualquier personaje puede ser el preferido fuera de nuestro protagonista: Lo puede ser Mike, lo puede ser Gus, lo puede ser Lalo Salamanca, lo puede ser Kim o tal vez Howard. Tenter tanto carisma en un solo show habla del gran manejo de escritura que se tiene. Esto no es nada facil de conseguir.

El capítulo final se estreno ya hace dos años y medio, increíblemente. Y la forma en la que se empalmó la historia con Breaking Bad, que al tratarse de una precuela daba más cabida a agujeros de guión, fue magistralmente timoneada. Las cosas encajaban perfectamente y dejaban esa sensación en el público de "ah, con razón esto, con razón aquello..."

El proyecto fue ambicioso y bastante arriesgado, pero cuando Vince Gilligan se presentó a Netflix con un guión terminado, era imposible decir que no. Alguien que mima tanto su propio trabajo como Gilligan merece una oportunidad detrás de la otra. Ahora han pasado 10 años y algunos incluso prefieren este spinoff por encima de Breaking Bad. 

Pero lo cierto es que ambas obras son disfrutables por separado, y no importa el orden en que se vean, el espectador queda perfectamente nutrido para elegir un favorito y tener todos los argumentos a favor para estar en lo correcto, sea cual sea que elija.

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