La película ya amortizó los 120 millones que costó hacerla, a pesar de que se trata también de la película de Venom más cara de todas.
El tema central de esta discusión sin embargo, no tiene que ver con números, sino cómo ha cambiado la persepción de la película con el pasar de los días. La crítica no ha sido muy benevolente con el anti-heroe en esta tercera entrega, pero el público, muy paulatinamente, se ha encargado de cambiar el concepto general: Venom: The Last Dance es una película palomitera, pero muy bien hecha, inesperademente emotiva (a pesar de tener ese nombre tan cantoso), y son muchos los que fueron por las risas y salieron con lágrimas.
La película tiene hasta dos escenas post-créditos, un cliché que quizas le reste un poco. Ademas de que por momentos parece desperdiciar potencial que deja un sabor anticlimático en el espectador. Tom Hardy es innegablemente un actor de primera categoría, y parece que por fin en la tercera película logra convencer al espectador de que hay química con su simbionte, un ser hecho enteramente por CGI, lo cual ya es un reto para el director.